sábado, 4 de diciembre de 2010

Viernes... parisino


Hola a tod@s!
Es sábado y por la ventana se vislumbra un Madrid tranquilo con cielo despejado pero todo es apariencia, el termómetro no sube de un grado y el país es una prisión debido a la “huelga” de los controladores aéreos. La lógica nos impulsa hablar de estos malnacidos, de los “secretos” entresijos de la sucia diplomacia, del paro que ha ascendido en España, del rescate Irlandés, también está la crisis de las Coreas, las medidas económicas de Zapatero y los microorganismos que viven en arsénico… pero la lógica a veces no me funciona como al resto del planeta y muchas de esas veces me alegro de que así sea. Por eso hoy os contaré una anécdota de domingo aunque sea sábado e intente escribir mi Viernes. Resulta que me gustan las sorpresas, durante mi vida le he preparado fiestas sorpresas a muchos de mis seres queridos y nadie se le había ocurrido jamás darme una… dicho esto, hace poco mi amigo TA cumplió medio siglo por estos lares, intentamos prepararle una fiesta sorpresa pero el elemento en cuestión se cerró en banda y desmontó la conspiración, organizando él mismo sus festejos y fue más allá… nos regaló a cada uno algo especial y pensado. Y aquí comienza todo… El sábado pasado, día aquel en que España aún era libre y sus residentes no estaban presos, a las 6 pm tuve que pasar por el piso madrileño de mi amigo para recoger “instrucciones”… allí me encontré dos sobres: uno con un paraguas, el otro era simplemente un sobre enorme que, al estilo de las matrioskas, contenía unos cuantos más en su interior. Las instrucciones eran claras: a la cama antes de medianoche que mañana tendrás que madrugar. Me acosté relativamente temprano con la ilusión de un niño que tendrá regalos al despertar. Mi reloj sonó a las 6:45 am pero mis ojos estaban abiertos minutos antes… me tiré de la cama y abrí el sobre: debía ducharme, desayunar, vestirme con ropa de invierno crudo y bajar… alguien me estaría esperando para llevarme al aeropuerto. Treinta minutos después estaba montado en un coche de alquiler que me llevaba a la Terminal 4 de Barajas. Aún no sabía a dónde iría… y no fue hasta mi llegada al aeródromo que me enteré que mi destino sería París. Cual Alicia en el país de las maravillas confié y seguí las instrucciones al pie de la letra. Una vez que el avión tomó velocidad de crucero abrí el próximo sobre y con él vinieron un par de lágrimas. Cuando conocí a TA le “presenté” a mi escritor favorito, Carpentier, y lo hice con la mejor de las cartas: “La consagración de la primavera”. Allá arriba, en el siguiente sobre tenía un pequeño libro de Tolstoi, de esos que se leen en una hora, con un marcador hecho con flores secas provenientes de tres tumbas: la de Nijinsky en París, la de Stravinsky en Venecia y la de Carpentier en La Habana. La emoción estaba servida, por demás quizá muchos sabéis que mi madre lleva más de una década escribiéndome cada semana y en cada carta me envía flores secas de su jardín. Me leí el libro que va de una experiencia vital y al aterrizar seguí las instrucciones del siguiente sobre. Debía ir al centro… tendría unos minutos libres de distracción y luego debía dirigirme a una dirección específica. Los minutos los empleé en deleitarme, una vez más, con el Sena, Notre Dame y su entorno… ¡París me encanta! A la hora indicada me encontraba frente al Gran Palacio con una entrada, de esas que están imposibles de encontrar, para la retrospectiva de Monet… dios mío, ahora sé de donde me viene lo de hacer fotos a los reflejos. Lo que pueda decir de la exposición representará tan poco de lo que es que preferiría callar. Allí está todo el genio, pude apreciar cuadros que jamás han estado expuestos a la vista del gran público… sus estudios de colores, sus blancos rotos, las raras escenas de interiores… en fin. Emocionado por la experiencia tuve que salir disparado hacia otra dirección, así lo indicaba el siguiente sobre… el Museo de Arte moderno de la ciudad de París y allí tenía entrada para ver a otro de mis grandes favoritos: Basquiat!!! Adoro a este negro, la exposición mostraba cuadros que nunca había visto y, aunque no era de la magnitud de la de Monet, me fascinó. Con Basquiat estuve una hora escasa… según las instrucciones que iba leyendo sobre la marcha, a las 16:50 tenía que estar en una dirección muy concreta y hasta allí fui casi corriendo… cuando me acercaba me percaté que el sitio indicado no era otro que el Teatro de los Campos Elíseos, lugar donde se estrenó la Consagración de la primavera de Stravinsky… pensé que aquí todo terminaría y que el último sobre sería una carta de agradecimiento por la amistad y no me equivoqué… del todo. Efectivamente, tuve la carta pero con ella venía la ¿última? sorpresa: una entrada para escuchar en ese teatro la 9na Sinfonía de Beethoven interpretada por la Filarmónica de Viena. Esto creo que sería especial para muchos, pero para mí era sublime… colecciono versiones de esta obra magistral, tengo unas 16, aprendí a escuchar música clásica con la novena y todos los 1 de enero la escucho religiosamente. Más que emocionado entré en el teatro y… al buscar mi localidad allí estaba TA que estuvo todo el tiempo en París, velando por que las sorpresas funcionaran. El concierto fue fantástico y el público estuvo entregado. Me vinieron a la mente recuerdos cruzados: la primera vez que la escuche, las palabras de aquel señor que me mostró la genialidad de Beethoven cuando yo no superaba los 14 años, mi infancia en un pueblo perdido de Cuba, los años de universidad… De regreso a Madrid no tuve palabras precisas para agradecer lo vivido, opté por ser yo y seguro que TA lo entendió. Aún estoy digiriendo todo lo que viví y aprecié aquel domingo. Gracias amigo.
Os quiero,
Ed.

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