Parte I
De camino a Madrid y sobre algo que corre a casi 300 km/h, voy pensando en la ciudad que me espera. Ha llegado el papa a la capital y para recibirlo más de un millón de peregrinos han llenado la ciudad. Desde todos los puntos cardinales del planeta, jóvenes con caras de “yo no fui”, guitarras y mochilitas emblemáticas han aparecido en la ciudad de la movida aumentando, si cabe, la entropía que la caracteriza.
Amén del cacareado gasto público y otras cuestiones económicas con las que puedo estar en desacuerdo, hay dos cosas que realmente me quita el sueño. Por una parte está el hecho de esa fe necesaria para caminar y por otra, el parón y descalabro que traen consigo este tipo de eventos, por ejemplo: tener una ciudad patas arribas durante una semana.
La iglesia católica lleva dos mil años (un poco más) prometiendo castigo al que no comulga con sus ideas y paraíso al fiel. Con este cuento que ojalá fuera chino, se ha enriquecido, ha frenado la ciencia, ha intervenido en las grandes políticas y los pequeños predios. Ofreciendo la “paz” al pobre de espíritu y el perdón al pecador empedernido ha sumado adeptos durante siglos y siglos, variando algunos detalles para ir adaptándose a los nuevos tiempos. Su basamento teórico es un libro, escrito por alguien que seguro estoy, de saber todo el mal que ha provocado lo quemaría en el acto: la biblia. Escrito que según las interpretaciones vaticanas señala la homosexualidad como pecado y ubica a la mujer en un plano secundario, por no hablar de las barbaridades a-científicas. Con tan sólo las dos primeras cuestiones capitales, no puedo entender como homosexuales, de esos que les gusta fornicar más que respirar, y mujeres liberales, independientes y con ansias de poder pueden comulgar con esta “fe”. Cuestión aparte es la propia ciencia, a veces se nos olvida que esta iglesia y su religión quemó a científicos por decir que la tierra no era el centro del universo y hoy ponen todo tipo de freno a la investigación con células madres. Entonces, creo que tengo motivos más que suficientes para preocuparme al ver que los jóvenes católicos no han reparado en estas evidencias y se dejan arrastrar por la paz interior prometida, viendo en el vaticano el único camino hacia el amor y la felicidad. Evidentemente algo hemos hecho mal. No hemos sido capaz de mostrar la alternativa científica a esta generación perdida que vuelve abrazar las ideas del Medioevo y prefiere esperar el premio por inacción con la misma cara de “yo no he sido” que comentaba al principio. Creo firmemente que hubiese sido mejor inculcarle aquello que reza: has de ser bueno en esta tu única vida, has de lograr y hacer todo lo mejor que puedas, aprende y descubre lo que tienes alrededor, el mundo y la vida es bella sin necesidad de inventarse un dios.
Parte II.
Ya estoy en Madrid, la ciudad es un mar de banderas vaticanas y jóvenes que rebozan alegría. Por doquier se escuchan cánticos y risas inocentes. Junto a ellos están monjas, sacerdotes y todo tipo de congregaciones católicas. También tenemos miles de policías con caras de estrés y ciudadanos que intentan abrirse paso para realizar su vida normal. El papa ha hablado e insta a no tener vergüenza de ser católico, dice que se debe buscar la verdad en dios, que hay que tener cuidado con los “abusos de la ciencia sin límites”, ha atacado al aborto y la eutanasia y ha sido aplaudido con la histeria típica de quinceañeras en un concierto de Biber. Por las calles también se han producido manifestaciones anti-papa, la policía ha cargado contra ellos y los peregrinos se arrodillaban para rezar por la salvación de sus almas. Vamos, que Madrid ha superado cualquier ficción posible. Entonces es momento de reflexionar un poco más allá. ¿Que miles y miles de jóvenes de todas partes del planeta vengan a Madrid a gritar histéricamente su apoyo al papa quiere decir que están convencidos de que es el único camino posible? Es probable que muchos, sin gafas, quieran verlo así. Sin embargo, la historia demuestra que con un pueblo, y más aún con la juventud, se puede hacer lo que se quiera. Lenin y Trosky prometieron un paraíso terrenal de igualdades y el pueblo soviético le siguió haciendo todo tipo de sacrificios, Hitler les dijo a sus rubios que eran la raza elegida y las juventudes nazis mataron a cuanto judío se encontraron por el camino (no voy a caer en lo fácil de decir que el papa de hoy estuvo entre ellos, parece que no tuvo otra opción), Fidel prometió a los cubanos que la Isla sería el lugar mejor del mundo y allá fuimos millones de caribeños a llenar calles con consignas y apoyar cuanta palabra dijera el líder. La juventud es flexible y tocando un par de fibras, haciéndoles creer que pertenecen a un grupo sólido y con la promesa de una eternidad de bienestar… lo demás es dinero y gritarán vítores al diablo si fuera preciso. El problema está en que no hemos sido capaces de mostrar caminos alternativos al rezo y la filosofía de: si haces mal, ve a confesarte y te perdonarán, es la peor enseñanza que podemos ofrecer a una persona en formación. Cuando actúas mal hay consecuencias que ningún padre nuestro borrará. Si alguien estafa a Hacienda y no paga sus impuestos o cobra el paro sin estarlo, está haciendo un mal social que un ave maría no eliminará. Sin embargo, estos con sus canciones y guitarras piensan así.
Realmente estoy preocupado, ayer cuando paseaba por Madrid sentí la opresión que hace unos 16 años dejé de experimentar. La opresión de vivir en un sitio donde tenía que ocultar lo que pensaba y manifestarme tal cuál soy por temor a ser rechazado por una mayoría que se piensa con la verdad en la mano.
Os quiero,
Ed.
De camino a Madrid y sobre algo que corre a casi 300 km/h, voy pensando en la ciudad que me espera. Ha llegado el papa a la capital y para recibirlo más de un millón de peregrinos han llenado la ciudad. Desde todos los puntos cardinales del planeta, jóvenes con caras de “yo no fui”, guitarras y mochilitas emblemáticas han aparecido en la ciudad de la movida aumentando, si cabe, la entropía que la caracteriza.
Amén del cacareado gasto público y otras cuestiones económicas con las que puedo estar en desacuerdo, hay dos cosas que realmente me quita el sueño. Por una parte está el hecho de esa fe necesaria para caminar y por otra, el parón y descalabro que traen consigo este tipo de eventos, por ejemplo: tener una ciudad patas arribas durante una semana.
La iglesia católica lleva dos mil años (un poco más) prometiendo castigo al que no comulga con sus ideas y paraíso al fiel. Con este cuento que ojalá fuera chino, se ha enriquecido, ha frenado la ciencia, ha intervenido en las grandes políticas y los pequeños predios. Ofreciendo la “paz” al pobre de espíritu y el perdón al pecador empedernido ha sumado adeptos durante siglos y siglos, variando algunos detalles para ir adaptándose a los nuevos tiempos. Su basamento teórico es un libro, escrito por alguien que seguro estoy, de saber todo el mal que ha provocado lo quemaría en el acto: la biblia. Escrito que según las interpretaciones vaticanas señala la homosexualidad como pecado y ubica a la mujer en un plano secundario, por no hablar de las barbaridades a-científicas. Con tan sólo las dos primeras cuestiones capitales, no puedo entender como homosexuales, de esos que les gusta fornicar más que respirar, y mujeres liberales, independientes y con ansias de poder pueden comulgar con esta “fe”. Cuestión aparte es la propia ciencia, a veces se nos olvida que esta iglesia y su religión quemó a científicos por decir que la tierra no era el centro del universo y hoy ponen todo tipo de freno a la investigación con células madres. Entonces, creo que tengo motivos más que suficientes para preocuparme al ver que los jóvenes católicos no han reparado en estas evidencias y se dejan arrastrar por la paz interior prometida, viendo en el vaticano el único camino hacia el amor y la felicidad. Evidentemente algo hemos hecho mal. No hemos sido capaz de mostrar la alternativa científica a esta generación perdida que vuelve abrazar las ideas del Medioevo y prefiere esperar el premio por inacción con la misma cara de “yo no he sido” que comentaba al principio. Creo firmemente que hubiese sido mejor inculcarle aquello que reza: has de ser bueno en esta tu única vida, has de lograr y hacer todo lo mejor que puedas, aprende y descubre lo que tienes alrededor, el mundo y la vida es bella sin necesidad de inventarse un dios.
Parte II.
Ya estoy en Madrid, la ciudad es un mar de banderas vaticanas y jóvenes que rebozan alegría. Por doquier se escuchan cánticos y risas inocentes. Junto a ellos están monjas, sacerdotes y todo tipo de congregaciones católicas. También tenemos miles de policías con caras de estrés y ciudadanos que intentan abrirse paso para realizar su vida normal. El papa ha hablado e insta a no tener vergüenza de ser católico, dice que se debe buscar la verdad en dios, que hay que tener cuidado con los “abusos de la ciencia sin límites”, ha atacado al aborto y la eutanasia y ha sido aplaudido con la histeria típica de quinceañeras en un concierto de Biber. Por las calles también se han producido manifestaciones anti-papa, la policía ha cargado contra ellos y los peregrinos se arrodillaban para rezar por la salvación de sus almas. Vamos, que Madrid ha superado cualquier ficción posible. Entonces es momento de reflexionar un poco más allá. ¿Que miles y miles de jóvenes de todas partes del planeta vengan a Madrid a gritar histéricamente su apoyo al papa quiere decir que están convencidos de que es el único camino posible? Es probable que muchos, sin gafas, quieran verlo así. Sin embargo, la historia demuestra que con un pueblo, y más aún con la juventud, se puede hacer lo que se quiera. Lenin y Trosky prometieron un paraíso terrenal de igualdades y el pueblo soviético le siguió haciendo todo tipo de sacrificios, Hitler les dijo a sus rubios que eran la raza elegida y las juventudes nazis mataron a cuanto judío se encontraron por el camino (no voy a caer en lo fácil de decir que el papa de hoy estuvo entre ellos, parece que no tuvo otra opción), Fidel prometió a los cubanos que la Isla sería el lugar mejor del mundo y allá fuimos millones de caribeños a llenar calles con consignas y apoyar cuanta palabra dijera el líder. La juventud es flexible y tocando un par de fibras, haciéndoles creer que pertenecen a un grupo sólido y con la promesa de una eternidad de bienestar… lo demás es dinero y gritarán vítores al diablo si fuera preciso. El problema está en que no hemos sido capaces de mostrar caminos alternativos al rezo y la filosofía de: si haces mal, ve a confesarte y te perdonarán, es la peor enseñanza que podemos ofrecer a una persona en formación. Cuando actúas mal hay consecuencias que ningún padre nuestro borrará. Si alguien estafa a Hacienda y no paga sus impuestos o cobra el paro sin estarlo, está haciendo un mal social que un ave maría no eliminará. Sin embargo, estos con sus canciones y guitarras piensan así.
Realmente estoy preocupado, ayer cuando paseaba por Madrid sentí la opresión que hace unos 16 años dejé de experimentar. La opresión de vivir en un sitio donde tenía que ocultar lo que pensaba y manifestarme tal cuál soy por temor a ser rechazado por una mayoría que se piensa con la verdad en la mano.
Os quiero,
Ed.