domingo, 25 de septiembre de 2011

Viernes de Festival...

Hola a tod@s!
Ha sido una semana antológica, no he leído el periódico ¿sabíais que se puede vivir sin las noticias? Por lo que no me enteré del satélite sobre nuestras cabezas, tampoco supe de cacareos políticos, ni tuve conciencia de las bajadas consecutivas de la bolsa… estuve todo el tiempo en el cine y eso es un placer. He de decir que en mis tiempos habaneros las dos semanas del festival de cine latinoamericano eran sagradas, nada ni nadie me podía sacar de la sala oscura. Este año, gracias a una revista on line con la que colaboro, el apoyo de mi amigo Robert y la compañía de Dani y Babbo pude revivir aquellos momentos en una ciudad muy diferente pero hermosa: San Sebastián. Muchas fueron las vivencias para contar y dos películas me llenaron de luz: “La voz dormida” que la crítica crucificó y “The artist” que todo el mundo ha elevado al altar. Pero prefiero obsequiar a quienes me leen con una breve reseña de mi primer día en el Festival… Os quiero, Ed.



Sin faldas pero a lo loco

San Sebastián por estos días deja de ser esa ciudad tranquila de provincias que enamora al más exigente para transformarse en metrópoli del celuloide. Sus calles están llenas de personas con caras de “yo soy importante” y una especie de guindajo en sus cuellos que los identifican como acreditados en el Festival 59 que esta ciudad organiza, yo entre ellos. Por doquier se escuchan opiniones doctas sobre lo que se está proyectando y es curioso constatar que un mismo metraje despierta filias y fobias en la espera del verde en un semáforo.
Pero vayamos por partes, cuando aterricé en el Kursaal para acreditarme, una especie de agobio me envolvió y quise enterarme como moverme entre tanto periodista listo, críticos de altura y opiniones esféricas. Finalmente logré hacerme con el ya mencionado guindajo que lleva una plaquita con mi foto y nombre… entonces empezó lo bueno. Me metí en una sala, donde sólo los privilegiados del guindajo tenían opción a butaca y me extasié con la película de Benito Zambrano, estuve a punto de llorar y a mí alrededor, los otros del guindajo, moqueaban a mi compás. No obstante a todo eso, cuando salí en los corrillos de entendidos, los que antes moqueaban ponían verde a Zambrano y a toda su familia… cara de perplejidad, pero me callé. Luego vino mi primera cena, aquello fue estresante, no coincidía con la opinión de ninguno y, lo que era peor, no había manera de “meter la cuchara” en la conversación llena de datos, nombres, referencias a doscientas veinticinco ediciones de Canes y trescientos cuarenta y cuatro festivales de Toronto, Venecia, Berlín y Burundi. A ninguno le gustaba ninguna película, todos los actores eran horribles y los guiones eran folletines… wao, dónde he caído. Por suerte, un amigo-periodista-con-guindajo dijo que le había gustado la propuesta de Zambrano y consideraba que su protagonista merecía todos los premios. Menos mal, pensé, estaba casi seguro que yo era el único en este microplaneta que había disfrutado con aquella película. Entonces tomé una determinación… voy a gozar del festival, me sentaré en la sala con la mente en blanco y ganas de sorprenderme, lloraré si una imagen me lo provoca y reiré si me sale la carcajada… que el cine es para disfrutar y dejarse llevar por la historia que alguien nos cuenta. Y así hice, me cogí una mochila, metí las gafas, el programa y unas gotas que refrescan los ojos y empecé un día de locos pero sin faldas. Primero dejé que un asiático me contará como vivió la revolución cultural de Mao en su pueblo perdido de la geografía China, la película no me conmovió, tampoco me aburrió y si me percaté de un buen trabajo de dirección con los niños que llevan gran parte de la historia, estoy hablando de “11 Flowers” de Wang Xiaoshuai. Más tarde, mi imprudencia cinematográfica me hizo pasar una hora y media buscando el “Happy end” que prometía la película sueca que no se sabe bien si va de maltratos, o de esa desesperanza nórdica con la que nunca he podido. En fin, un aborto de filme con un personaje secundario de tanta frialdad que no me extrañaría verla alzar algún premio. Llegó la hora de comer y de nuevo tuve asalto continuado de horrores y partos imposibles… pero esta vez fui inmune y hasta me divertí con mis “colegas” del guindajo. Entonces llegó la sección de tarde y con ella una japonesa deliciosa que es un viaje y un aprendizaje. Con “Wish” la pasé genial, diría “de película” pero sería redundante. Unos niños intentan hacer cumplir sus deseos para lo cual deben asistir al encuentro de dos trenes de alta velocidad. En apariencia simple, el guión perfila una enseñanza universal que merece la pena estar en todas las constituciones: hemos de buscar lo bueno de nuestro mundo. Por demás, la película tiene momentos desternillantes y afirmaciones dignas de un Almodóvar, si este cambiara su sitio de nacimiento por Osaka, me quedo con una: “¿Qué es un músico Indie? El que tiene que esforzarse más”. Con este buen sabor en la boca me sometí a otra historia, esta filmada en Los Ángeles y con poli corrupto como protagonista. “Rampart” seguro que es mejor película de lo que pienso, y lo digo porque hay escenas de calidad difícil de superar y un set de actores más que creíbles. Sin embargo, hemos visto tantas veces esa historia que, al menos yo, necesitaba un “algo más” para aplaudirla. Entonces, vino la guinda del día: “Shame”. Pasada la medianoche, era mi película número cinco, llevaba todo el día de arriba para abajo y… no me dormí. Con un Fassbender insuperable, no por gusto tiene la copa Golpi de Venecia, el director nos retrata a un obseso sexual que necesita correr-se mil veces al día. Si apartamos el evidente reclamo del actor alemán, muchas veces desnudo con todos y cado uno de sus atributos a lo largo y ancho de la pantalla, la historia está cocida a mano, macerada con fina hierbas… creada con fuego lento. Entonces me fui a dormir dejando en la mesilla de noche el guindajo que me permitió disfrutar del cine como el arte supremo que es.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Viernes de dos deseos cumplidos...

Hola a tod@s!
De niño y es probable que algun@s lo puedan atestiguar, soñaba con visitar Londres. La cultura inglesa, rancia y lógica, me llamaba poderosamente la atención, quizá debido a que crecí en las antípodas de la flema británica o simplemente porque el calor me hacía refugiarme en ambientes imaginarios más fríos. Más tarde, cuando la fiebre del éxodo me contagió, pensé firmemente que mi futuro estaba en las islas británicas donde algún laboratorio estaría guardando un puesto para mis pipetas. La vida giró un par de veces y Madrid fue el sitio que me acogió, ulteriormente alguna oportunidad para el Reino Unido fue sustituida primero por Alemania y luego por Estados Unidos… pasaron los años, mi sueño británico se fue envejeciendo y quedó en una caja, de esas que siempre llevas contigo pero nunca abres. Por otra parte, al llegar a Europa, y estoy hablando de hace bastante más de una década, el ansia de re-conocer sus obras de artes, tantas veces vistas en láminas y reproducciones, me abrazó cual viruela. Mil veces fui al Prado y otras tantas al Reina Sofía… no quería perderme ninguna arista de los grandes cuadros y, siempre, siempre, llevaba a alguien en mi mente. Era una amiga, la misma que un día cuando aún siendo yo un incipiente adolecente me recomendó que leyera “La Consagración de la Primavera” y me mostró que el trazo imperfecto también podía ser arte. Entonces otro sueño quise hacer realidad algún día: mostrarle aquella amiga el verdadero Guernica. Increíblemente y con una semana de diferencia ambos deseos se han cumplido. Mi amiga aterrizó en Madrid y una semana después Londres me ofreció una estancia sin lluvias.
Odalys, mi amiga, me regaló unos días fantásticos. Le mostré la ciudad, lloró frente al Guernica y hablamos de esto y aquello. Con su compañía me percaté que no soy un extraterrestre que aquello de “tirar la toalla” no es necesario para madurar y que perfectamente se puede seguir aspirando a mejorar teniendo los pies en la tierra. Siempre he pensado que el hecho de no haber tenido descendencia y que al mi alrededor cada vez hay más toallas en el suelo, era un signo de que iba contracorriente… afortunadamente otros han tomado el mismo camino y no es muestra de madurez dejar de asombrarse con lo nuevo. Mi amiga vive en Cuba y junto a su marido decidió que quejarse no tenía sentido. Han creado una especie de burbuja en el medio del campo donde convergen la ecología, el arte y la agricultura… aquello que los hippies quisieron crear pero las drogas se lo impidieron. La vida es una y hay que vivirla, está es su máxima y también la mía. Hay crisis, ¿por eso voy a dejar de vivir?
En la otra cuerda estuvo Londres, ciudad fantástica de cabo a rabo. Pocos días me dieron para mucho, los metros se tornaron kilómetros y estuve en todas partes. Amén de lo que tienen y muestran, la ciudad es limpia, organizada y hasta cívica en la primera mirada de un turista. Probablemente todo cambie cuando te alejas de la zona uno y busques la verdad de los suburbios. No obstante, hay una realidad abrumadora: están mucho mejor que en España. Pude ver como hordas de jóvenes llenaban algunas partes del centro y ninguno llevaba bolsas con alcohol barato para un botellón. Visité mil museos públicos y no tuve que pagar por ellos. Vi una mezcla de razas alucinante endulzada por la armonía, al menos aparente. Allí la tradición de los poderosos ha sido contribuir al saber y se nota. En la querida España ninguno de sus “grandes” aprendió mucho más matemáticas que la necesaria para contar las pesetas robadas y es sólo una pequeña diferencia que los ha puesto a años luz de la península… Muchas cosas me emocionaron en este viaje pero hay dos que sobresalen: ver la piedra Roseta, la culpable de que entendamos a los antiguos egipcios y postrarme frente a la tumba de Newton… creo que hasta me dijo algo.
Han sido dos semanas preciosas, ninguna noticia ha podido empañarlas. Sé que muchos piensan que el mundo está por detenerse, que la bolsa bajará al centro del planeta. Rajoy se frota las manos y la Cospedal prepara sus mantillas para llevarnos a misa. Sé que los mercados siguen dominando el presente pero también que muchos han decidido que este ente no formará parte del futuro. También sé que los liberales están callados porque no saben qué hacer con su liberalismo… en fin, no he estado desconectado del mundo pero sigo decidido a ser feliz en él.

Os quiero,
Ed.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Viernes

Hola a tod@s!

Ya pasada la Santa Movida que inundó Madrid de faldones sin sentidos, banderitas y niñatos gritones con cara de “la culpa la tiene el de al lado”, los que por aquí vivimos vamos recuperando la calma, bajando el cabreo y subiendo el humor.

Hoy viernes la ciudad ha despertado con aspecto de primavera otoñal y yo agradezco esta aparente calma, solo aparente porque, al menos los que me rodean han decido no estar tranquilos y moverse de un lado a otro. Uno pone en el facebook que se le acaba lo bueno y está tomando un avión desde Cancún, el otro ha llegado a su retiro espiritual de San Sebastián y nos cuenta que su alma ha entrado en equilibrio con el mar, la una está contando las horas que le restan en la oficina para tomar un avión a París, el de más allá se burla de tod@s y nos restriega en la cara que las vacaciones prosiguen con su visita anual a Ibiza, no falta la que prepara su bolsa para viajar desde Zürich y encontrarse conmigo quince años después, alguno ha tomado el tren con diarreas y me implora, whatsapp mediante, que le cuente chistes de balletómano para hacer menos largo su ansiado reencuentro con un baño limpio y Xavi no me contesta con lo que asumo que va camino al sur con su película bajo el brazo… ¿yo?, intento convencer a mi ciática que no me visite este fin de semana, así de simple.

Mientras tanto todo esto ocurre, el planeta no se ha detenido y vamos acumulado hechos que sólo la historia pondrá en su sitio: Estados Unidos sigue en su particular lucha por las Aes, Londres va apagando las llamas de sus violentos, en Cuba el agua no logra taponar las bocas hambrientas de comida y verdades y España propone sandeces en su baile alocado hacia nadie sabe donde. No obstante, aún tenemos motivos y algunos euros para recordar el nacimiento de aquel que escribió “What can I hold you with?” y ofreció la memoria de una rosa amarilla vista en el ocaso, disfrutar, cual niño, de Super 8, película muy criticada por quienes guardaron la nostalgia y se vistieron de mayores, impresionarse con la historia que se cuenta en “Farewell” mientras se disfruta de dos directores frente a la cámara y pensar que Pandur, el aplaudido director de teatro que nos viene de la antigua Yugoslavia, ha errado con su versión de “La caída de los dioses”. También el humor nos da para esperar el encuentro con Almodóvar y su nueva piel, la veré el sábado, imaginarme lo que haré en mi visita a Londres, soñar con la emoción que siempre me provoca ver bailar a los cubanos del ballet (vienen a finales de mes) y sentirme expectante ante lo que será mi primer festival de cine fuera de La Habana y hablo de San Sebastián. Con todo esto y una sesión de fisio para aliviar mi ciática os deseo un feliz fin de semana.

Os quiero,

Ed.

PD: Eric BIENVENIDO a este país contradictorio y bello.