domingo, 23 de julio de 2017

Viernes... 25 años después.

Hola a tod@s! 
Esta semana hizo un cuarto de siglo desde que soy oficialmente, físico. Un amigo lo hacía ver en Facebook, e inmediatamente varios de aquellos que me acompañaron en la aventura nuclear de mi juventud respondieron con textos más o menos nostálgicos. Lo cierto es que fue una etapa bella, donde un grupo de personas variopintas coincidimos en un espacio físico y nos dedicamos a la noble tarea de aprender. Pero aquello fue aprender con mayúsculas, nos sumergimos en un océano relativo de ecuaciones sin desechar la vibración de una ciudad como La Habana.

Es raro encontrar a trece personas ávidas de la Cuántica y de Carpentier, pichones de científicos que querían dominar las leyes del núcleo atómico y hacer suya la magdalena de Proust. Pero aún en más extraño que durante esos cinco años gloriosos no nos atacaran los males humanos que emergen en cualquier convivencia… ¿Habrá el sido el sol caribeño? Nunca más he vivido una experiencia similar. Recuerdo que, por aquel entonces, desechaba la memoria y cedía su lugar al razonamiento y la lógica. Muchas fueron las veces que evitando aprenderme una fórmula tuve que deducirla en medio de un examen. Hoy aún tiendo a no ocupar “bytes” con aquellos datos que puedo deducir y de esta manera dejar espacio libre para los imposibles antes de desayunar. Pero el mundo ha cambiado, la tecnología nos ayuda a ser rápidos y, aparentemente, eficientes. Todo el conocimiento está en una nube electrónica que flota, quien sabe dónde, y lo que es peor, algún día puede desaparecer. Muchas veces, durante los tiempos muertos de espera para algo, intento recordar conceptos básicos como la definición de una integral, qué es una derivada, el significado de las leyes de Maxwell o las formas de ciertas curvas simples como el logaritmo, las tangentes etcétera. Me aterra que el desuso y “las facilidades” de una aplicación en internet me lleven al olvido de las esencias. El planeta va hacia una era tecnológica, transhumanismo incluido, en el que se quedaran obsoletas las experiencias básicas y olvidaremos los pilares del todo. ¿Qué sucederá cuando algo definitivamente deje de funcionar? ¿Sabremos llegar al núcleo de la cuestión? ¿Nos daremos cuenta que el problema estará en una división por cero no permitida? ¿Sabremos replantear y resolver una ecuación de segundo grado? Este momento no está tan lejos amigos… ¿cuántos sabéis dividir sin usar la aplicación adecuada de vuestros teléfonos móviles? 

Os quiero, 
Ed.