viernes, 2 de febrero de 2018

Viernes...

Hola a tod@s! 
El error es parte indisoluble del ser humano, viene en nuestro código. Los errores nos hacen vulnerables pero también nos dan un aura atractiva, ese punto macarra que nos convierte en terrenales. La perfección no es popular pero, al menos a mí, me fastidia no alcanzarla. Me retuerce enormemente reconocerme estúpido, una y otra vez, frente a la evidencia. Pero la edad, mientras te va quitando encantos juveniles y otras virilidades, te compensa con algo de olfato para identificar la metedura de pata en ciernes o, al menos, reciente. Nunca fui socialmente avispado. Sin llegar a los extremos, bueno a veces sí, se me daba mejor resolver mil integrales de funciones imposibles (hablo de matemáticas) que interpretar las señales humanas. Era capaz de reconocer en un libro la trama fallida que el pobre escritor no supo desarrollar pero pasaba por alto el verbo mordaz que, dirigido hacia mi persona, me atravesaba sin inadvertido. 
Ya hoy, el cuje social aún me hace caer de vez en cuando, pero a veces lo visualizo con algo de destreza… aunque he de decir que sigo esperando la caída para comprobar, con certeza científica, su existencia. Creo, por lo general, en la bondad y me cuesta reconocer la mierda aún cuando miles de moscas parecen dar fe ella. Sufro, cada vez menos, por las decepciones, pero cada día cobra peso aquello de que no quiero pertenecer al círculo de falsedades que muchos dibujan a su alrededor para lograr, sabrán supongo, no sé que objetivo divino alejado de lo importante. Afortunadamente, la vida nos va haciendo sabios o dejémoslo en menos tontos. Estoy contento de tener a las personas correctas en ese club que los años va conformando y para el cual no se puede comprar la membresía. 
Os quiero, 
Ed.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Candela pa el comité